Solía llamarte Juan, a secas,
y la última vez que nos vimos
leías el Ulises de James Joyce.
Cambié el rumbo por cartas de tarot,
seguro que la número 13,
la sin nombre, esa, la de la muerte.
Y tú no intentaste retenerme,
aunque a mí sí me hubiera gustado.
No lo entendía... Ahora entiendo.
Debí haberme creído Odiseo,
me fui lungomar buscando vida
y Calipso me convirtió entonces
en una isla, pero sin tiempo.
Ahora, por fin, he acabado
de rehacer, entera, la nave;
esperando la noche me hallo
y en el horizonte, la Cruz del Sur.
Y te llamaba Juan, Juan de la Cruz.
¿Dime, dónde estará Penélope?